(reeditado)
María era una mujer especial. Un día vino a mi casa y, sentada en el sofá, me observó durante horas. Luego se marchó y... bueno, eso ahora no importa. Lo que quería decir es que Javier, amigo de Pedro, era un hombre un tanto peculiar. No me entendáis mal, no era por aquella estúpida manía de mirar al cielo, tan sólo que era distinto. A veces, cuando iba a pescar, murmuraba canciones de épocas medievales mientras se arrascaba su pálida y calva cabeza con el dedo índice. También hacía otras muchas cosas irrelevantes, pero como iba diciendo, Mercedes era muy hermosa. Todos los hombres querían casarse con ella y le mandaban flores. Cuando llegaba el invierno y la flores ya se habían marchitado, los hombres enamorados marchaban en procesión hacia lugares más cálidos donde las flores siguieran frescas. Es lo que se conoce hoy en día como la marcha de las flores de Merceditas. Lo curioso de esta historia es que Sofía se enamoró de Diego y por eso los grillos cantan por la noche.
María era una mujer especial. Un día vino a mi casa y, sentada en el sofá, me observó durante horas. Luego se marchó y... bueno, eso ahora no importa. Lo que quería decir es que Javier, amigo de Pedro, era un hombre un tanto peculiar. No me entendáis mal, no era por aquella estúpida manía de mirar al cielo, tan sólo que era distinto. A veces, cuando iba a pescar, murmuraba canciones de épocas medievales mientras se arrascaba su pálida y calva cabeza con el dedo índice. También hacía otras muchas cosas irrelevantes, pero como iba diciendo, Mercedes era muy hermosa. Todos los hombres querían casarse con ella y le mandaban flores. Cuando llegaba el invierno y la flores ya se habían marchitado, los hombres enamorados marchaban en procesión hacia lugares más cálidos donde las flores siguieran frescas. Es lo que se conoce hoy en día como la marcha de las flores de Merceditas. Lo curioso de esta historia es que Sofía se enamoró de Diego y por eso los grillos cantan por la noche.